Tamara Landau

Orígenes prenatales de la anorexia y la bulimia Las funámbulas del olvido

Prefacio

 

Yo nací sin cuerpo… Me olvidé de mí desde que nací… Soy una nada que deambula tras la otra cara del espejo… Me siento grabada en la nada.

Las palabras de mujeres anoréxicas y bulímicas me acompañan, desde hace años, como la música de un filme. Tristes canciones de cuna, todas parecidas, sus cantos impregnados de dolor y nostalgia tejen el hilo de mi escucha, acompasan los silencios y atropellan mi pensamiento. Ellas me ocupan a pesar mío, tiránicas por terror a ser abandonadas una vez más.

Cual siluetas rondando por desiertos desconocidos de todos, ellas gritan en un vacío estridente. Ebrias de sed y desamparo, en el umbral de la agonía, se sienten ya muertas.

Estas son las primeras palabras de Soledad, sopladas en un respiro: “Mis padres me han olvidado en algún sitio… Yo me siento dando vueltas por los aires como un pájaro… Todo pájaro tiene un nido de donde viene, donde refugiarse; yo no he tenido nido, yo no he tenido padres y espero… Espero a que todos me amen… a que me indiquen el camino… Yo espero a vivir, tener un deseo, ser capaz de amar, tener un cuerpo bien mío… Yo me siento atrapada en el interior, dentro de un vacío lleno de lágrimas, y espero…”

Sus voces surgen del fondo de los tiempos, goteo de lágrimas de estrellas seguido de un zumbido en ráfagas y luego, de un silencio ciego. Mudas, ellas desaparecen tras la galaxia de donde nos acechan, desesperadas. Estrellas fantasmas, desde hace millones de años en un vacío sideral, esperan…
Stella dice: “Agarré por la vía real, no conservar nada de mí, de mi yo de antes, del yo que mamá escogiera para mí. Si yo puedo definir así este olvido total…Yo me siento impresionada por la desenvoltura que raya en la insolencia con la que yo me abandono al despojo y luego, a la nada”.

Yo llevo en mí la vivencia desgarradora de esas pacientes, sombras extraviadas a la búsqueda de sus cuerpos perdidos. Huérfanas, ellas van errando incansablemente por el surco de la ausencia.

En el transcurso de los años, ya no he deseado más ser la única depositaria de su memoria, el único testigo de su existencia, la guardiana invisible de su imagen.

Me hacía falta encontrar una respuesta a estas preguntas: ¿cómo perdieron su cuerpo? ¿por qué razones se destruyen ellas con demasiada o insuficiente comida en un coqueteo incesante con la muerte? ¿por qué, estrellas fugaces, piden socorro mientras se desvanecen en la nada, deseando hacer de nosotros cómplices impotentes? Y sobre todo, ¿cómo ayudarlas a recobrar su cuerpo arrojado al fondo del pozo de los tiempos, en lo profundo del olvido?